Esto es un árbol. La raíz dice raíz,
rama cada rama, y en la copa
está la sala de recibo
de un mirlo que habla.

La mesa donde escribo
-una fiesta de solteras-
está hecha de madera de ese árbol
convertida por el uso y por el tiempo
en la palabra mesa.

Es porque da frutos que caen
y por el gremio perenne de sus hojas
que se renueva el árbol 
y que existe la palabra árbol;

aunque a veces el bosque
lo oculte a la vista, lo contiene
el árbol en la palabra árgol.

Y no es que éste sea un poema abstracto.
Es que las palabras se repiten entre sí
por el sentido: son solteras y sociables
y de sus raíces crece un árbol. 

La poesía de Mirta Rosenberg emerge dentro del panorama de la poesía argentina como una rama independiente, arraigada en las profundidades de la lengua, o de su lectura personal de la lengua y de las ampliaciones que ésta encuentra en la traducción. "Su obra cabría definirla, si usamos una muy vieja palabra, por el estilo", apunta Olvido García Valdés en el apéndice de este volumen, "eso que la hace reconocible entre muchos: su estilo es ritmo y su estilo es alguna clase de fe."

EL ÁRBOL DE PALABRAS: OBRA REUNIDA 1984/2018

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Esto es un árbol. La raíz dice raíz,
rama cada rama, y en la copa
está la sala de recibo
de un mirlo que habla.

La mesa donde escribo
-una fiesta de solteras-
está hecha de madera de ese árbol
convertida por el uso y por el tiempo
en la palabra mesa.

Es porque da frutos que caen
y por el gremio perenne de sus hojas
que se renueva el árbol 
y que existe la palabra árbol;

aunque a veces el bosque
lo oculte a la vista, lo contiene
el árbol en la palabra árgol.

Y no es que éste sea un poema abstracto.
Es que las palabras se repiten entre sí
por el sentido: son solteras y sociables
y de sus raíces crece un árbol. 

La poesía de Mirta Rosenberg emerge dentro del panorama de la poesía argentina como una rama independiente, arraigada en las profundidades de la lengua, o de su lectura personal de la lengua y de las ampliaciones que ésta encuentra en la traducción. "Su obra cabría definirla, si usamos una muy vieja palabra, por el estilo", apunta Olvido García Valdés en el apéndice de este volumen, "eso que la hace reconocible entre muchos: su estilo es ritmo y su estilo es alguna clase de fe."