AUTOR/A: LEONARDO PITLEVNIK

EDITORIAL NOTANPUAN

Tipo vivo, este Pitlevnik, me dije más o menos cada dos o tres páginas.

Porque desde el principio la muerta está ahí. El suicidio de Fedra. Teseo llega y, castigado por la sorpresa, intenta, a los tropezones, entender algo, un porqué que le tire, al menos, la vecina, vieja serpiente, desde la medianera. Ahí empieza el policial de Pitlevnik. ¿Qué policial, pensaba yo, si el cuerpo del delito no tiene delito? Es un suicidio. Pero el truco, claro, sin que nos demos cuenta, está en gestar el crimen futuro, el que disparan los malos procedimientos policiales, irrisorios, diría, los chismes, los silencios entre las relaciones primarias, las ausencias por las necesidades.

"No te vayas", le dijo Fedra a Teseo, a la vuelta de uno de sus viajes de comercio, "le tengo miedo a tu hijo". Y Teseo, al repasar ese recuerdo, de ningún modo pensará en qué tipo de miedo le tiene Fedra a Hipólito, ese joven de gimnasio que vaga por la casa y sale con los amigos.

Pitlevnik, como dije, vivísimo, reescribe el mito de Fedra y lo argentiniza. Destroza el mito de Fedra como lo argentinísimo destroza todo. Y construye, desde esa tragedia, una comedia oscura que detiene la risa cuando entendemos que todos podemos ser ellos.

Si leíste Cámara Gesell de Saccomano, o La cena de Koch, o viste Fargo y Belleza americana, sentarse con Los peces es un acto natural.

-Luis Mey

LOS PECES

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Tipo vivo, este Pitlevnik, me dije más o menos cada dos o tres páginas.

Porque desde el principio la muerta está ahí. El suicidio de Fedra. Teseo llega y, castigado por la sorpresa, intenta, a los tropezones, entender algo, un porqué que le tire, al menos, la vecina, vieja serpiente, desde la medianera. Ahí empieza el policial de Pitlevnik. ¿Qué policial, pensaba yo, si el cuerpo del delito no tiene delito? Es un suicidio. Pero el truco, claro, sin que nos demos cuenta, está en gestar el crimen futuro, el que disparan los malos procedimientos policiales, irrisorios, diría, los chismes, los silencios entre las relaciones primarias, las ausencias por las necesidades.

"No te vayas", le dijo Fedra a Teseo, a la vuelta de uno de sus viajes de comercio, "le tengo miedo a tu hijo". Y Teseo, al repasar ese recuerdo, de ningún modo pensará en qué tipo de miedo le tiene Fedra a Hipólito, ese joven de gimnasio que vaga por la casa y sale con los amigos.

Pitlevnik, como dije, vivísimo, reescribe el mito de Fedra y lo argentiniza. Destroza el mito de Fedra como lo argentinísimo destroza todo. Y construye, desde esa tragedia, una comedia oscura que detiene la risa cuando entendemos que todos podemos ser ellos.

Si leíste Cámara Gesell de Saccomano, o La cena de Koch, o viste Fargo y Belleza americana, sentarse con Los peces es un acto natural.

-Luis Mey